viernes, 17 de julio de 2015

Escalada clásica hoy.





Intentando recuperar el sabor de lo pasado. Tras la estela que dejaron los pioneros nos disponemos a pasar un fin de semana en la inigualable Pedriza de Madrid.

Quedamos el viernes después de comer, y como siempre subimos cargados de todo. Esta vez no podía faltar el vino, la buena comida y las aventuras. Una buena manera de acercarnos a las vivencias de nuestros abuelos es ir a dormir al Tolmo. Hoy en día, en fin de semana se hace difícil pues todos acuden en masa a la Pedriza y no es agradable que te despierten al alba corredores, senderistas o una excursión de scouts (están todos en su derecho de pasar por allí).

Por lo tanto dormir en el Tolmo lo dejaremos para los días entre semana; nos vamos a su hermano pequeño: el Tolmete. Que es menor en tamaño pero también tiene sus buriladas, su vivac, sus maceados y como no; la putas pintadas de los ignorantes. También es un sitio más discreto y permite algo de privacidad.




Tras copa y copa de vino, copiosa cena y divertidísima conversación, alguien pretende hacer alguna burilada por ahí cerca. Se me ocurre tentarles con la estúpida idea de hacer una ascensión nocturna al Tolmo por la normal. Lo peor no es que se me ocurran esas ideas, es que... ¡mis amigos me sigan en ellas!



Con toda la caraja sacamos cuerdas, cintas y estribos. Bajo una tenue luz de una luna casi llena subimos todos los amigotes a tan malograda roca; pero a la vez poseedora de un encanto total.

Con la pequeña luna de fondo


A alguno le pesa más el vino y decide dormir en tan plácida cumbre.

Es que nuestro amigo, había dormido poco la noche anterior.


Risa tras carcajada y tambaleo peligroso logramos todos llegar. Gracias a nuestros ángeles de la guarda bajamos al suelo después de una aventura que te acerca más a nuestra idea de las escaladas antiguas. Cuando aquellos jóvenes de barrio que ansiaban la libertad del campo al estar alejados de sus progenitores, hacían sus fiestas, sus escaladas nocturnas, sus desmadres en... la Pedriza.

Con lo cual, entre pitos y flautas caemos en la cama algunos a las cuatro de la mañana y otros con más cachondeo a las cinco. Amanece y nadie se quiere mover evidentemente.
Hasta las once de la mañana, no decidimos empezar a desayunar. Había que intentar escalar la vía Mogoteras del Pájaro unos y la Pulga-Enanos otros.

Al final nos pertrechamos los de la Mogoteras, pero la tormenta inminente que viene nos hace recapacitar. Algunos bajaban con mucha prisa de los largos intermedios del Pájaro al escuchar los truenos.

Amenaza tormenta y la gente rapela.


Intento tentar a algún compañero para escalar algo pues se ha quedado una tarde estupenda. Nadie quiere nada. 


Aquel Sábado de siesta y risas decidimos ir a visitar el refugio Giner. Allí nos atiende el guarda amablemente como siempre y sacamos unas latas a la terraza tan buena que tiene. Cenamos pronto y seguimos con el buen vino. La cálida luz amarilla que torna naranja nos reconforta y nos hace dialogar de temas irrelevantes y muchas veces bastante trascendentales. No hay mejor manera de conocer a tus amigos que allí.


La noche es fresca aún, estamos en el último día de Mayo. Amanece y las ganas de hacer una buena escalada ya se notan. Subimos al pájaro dos cordadas con intención de meternos todos en la Mogoteras. A ver si no hay buitre y podemos hacerla.

Menudas ideas tenemos... claro que hay buitre. No podemos subir, hay que respetar e intentar no hacerse el loco. No mola.

Plan B. La vía Pulga-Enanos que discurre paralela a la sombra pero sin ninguna buitrera donde molestar a sus moradores.





Esta cara es norte, musgosa y tenebrosa. La vía posiblemente no la repitan desde que se sacó el croquis de VC, porque a la gente eso de musgo y compromiso no le gusta.

El comienzo en travesía fácil con un flanqueo asegurado y una breve chimenea-espolón nos dejan en una reunión muy cómoda. Frente a nosotros un diedro desplomado, con doble fisura y el maldito musgo. Mucho musgo.


Comienzo de la travesia.




Óscar se dispone a subir este largo en libre, ya que tiene buena pinta. Y así lo hace, no sin tremendo esfuerzo. Es un largo raro, porque vas como en oposición de chimenea, mirando al exterior y empotrando puño derecho. Pensamos que andará sobre el 6c/+ pero no tenemos ni idea. Si se limpia un poco, será más fácil. Aún así, largo guapo y clásico: como nos gusta.

Nacho en el último tramo del segundo largo



Se remata el largo con una chimenea que nos deja en una curiosa terraza al lado de lo que se conoce como "la pirámide"
Ante nosotros la famosa burilada, efectivamente algo costrosa que te pondrá el corazón a mil si se recoloca algún mosquetón. Una entrada divertida de no fallar, y una salida amable nos deja entre la Muela y el cuello del Pájaro.

Comienzo de la burilada










Bonita salida de la burilada.




Aquí viene una gran duda y un buen inconveniente. No vemos claro por dónde seguir. Los croquis de toda la vida hablan de una zancada y enseguida te montas en el cuello del Pájaro. Pero lo que se ve no es evidente. Por eso montamos reunión en el último largo de la vía Sombra y Luz. De allí hacemos un rápel pendular a la Manolo Marchal, que enlaza con la Oeste clásica del citado risco. Se da un toque clásico a ésta maniobra que nos inventamos ante la incertidumbre y la torpeza de no saber cómo cojones subir.

Veo que siguen con las guerras de siempre y falta alguna chapa, que posiblemente alguien necesite. Las quitan en IVº grado, pero no las quitan cuando se pone la cosa jodida. Son los valientes de pastel.


Antecumbre del Pájaro. Antaño en este tramo, había una cadena que permitia subir "casi andando" a la cima.



Salimos por donde siempre, hacemos cumbre relajados y sin nadie. El pájaro es nuestro, y ciertamente pertenecemos a él debido a esa obsesión por disfrutar de sus vías.

Bajamos al campamento, a la sombra de un bosque muy agradable pensando en futuros proyectos. Un breve bocata que a poco no tomamos. Un zorro astuto me levantó la poca comida que me quedaba. Les encantan las pasas, no dejó ni una. En cambio probó las pipas peladas con barbacoa y eso no le gustaba al jodio.

Bajada a canto-co y breve refresco. Nos tratan bien en el Montañero. Otro finde más a la antigua usanza, rescatando valores en el olvido.